El ayllu tiene distintos significados todos asociados a la comunidad, por lo que puede referirse a la familia extensa, a unidad étnica comunitaria y también a una aldea o pueblo, en sentido geográfico (Estermann, 1998). Como familia extensa, el ayllu se refiere a la construcción de un tejido social basado en las redes parentales ampliadas a compadres y comadres, como soportes de la pareja. En términos de la producción, la administración y la gestión de lo público, el ayllu es una categoría a partir de la cual se ordena el territorio; al punto que Milla habla de ayllucracia para referirse al sistema de gobierno andino basado en la armonía y el respeto a los miembros de la comunidad (Milla, 2007).
El ayllu es vital en la organización social y en la producción andina, por lo que Estermann lo define como “la célula de la vida, el átomo celebrativo y ritual”, y también como la “base económica de subsistencia y trueque interno” (Estermann, 1998: 203). En este contexto, los pueblos y las nacionalidades indígenas mantienen en su cosmovisión, simbología, lenguaje, organización social y productiva, la estructura ancestral de un pensamiento y forma de vida basada en la comunidad. Por ejemplo, en el pueblo aymara la primera palabra que se enseña es jiwasa, que significa nosotros concebidos como parte de un todo y desde una conciencia comunitaria, que implica la muerte del ego para la unificación con el entorno (naturaleza, cosmos y sociedad), en contraposición al yo que se aprende en Occidente; por eso para llegar a ser “nosotros” se requiere despertar la conciencia comunitaria, como una transformación estructural y un profundo cambio de visión de la vida (Huanacuni, 2010).
Según Huanacuni, desde la complementariedad como una visión multidimensional, lo individual no desaparece ante lo comunal, sino que se complementa y emerge la capacidad natural de la persona dentro de la comunidad, en un punto de encuentro y de equilibrio integrador entre comunidad e individualidad, que en aymara se define como el Inach o inaj (Huanacuni, 2010). Dado que el ser humano no es el centro, sino parte del todo y de la unidad de la vida, el ayllu es la identidad colectiva fundamental y trascendental de la unidad de la comunidad (común-unidad).
Este sentido comunitario empieza por la persona que define su identidad a través de relaciones, siendo en sí mismo un puente o nudo de múltiples conexiones. Por ello, si un individuo es expulsado de la comunidad o deja de ser parte de ella, queda des-relacionado y de alguna manera deja de existir, por cuanto su identidad depende del grupo que la identifica y da sentido de pertenencia-existencia (Estermann, 1998). Desde esta perspectiva el concepto occidental de individuo carece de sentido, pues somos en tanto nos relacionamos, requerimos de otras personas y de la comunidad para existir.
La existencia está basada en la comunidad. El ser de la persona está en función de los otros y de las otras, como un reflejo de la naturaleza, los seres humanos vivimos en comunidad y necesitamos del colectivo para la supervivencia como especie. Desde la relacionalidad, todo está conectado con todo, los seres humanos somos parte y partícipes de la vida, en la cual la Madre Tierra es también parte de la visión colectiva del mundo y de la reciprocidad. Así, el concepto de familia y de comunidad se extiende a la naturaleza, por lo que los árboles, animales, montañas y demás seres de los mundos invisible y visible son parientes: por ejemplo, los árboles son primos o hermanos, las cumbres nevadas son ancestros (abuelos y abuelas), y por supuesto, la naturaleza en su conjunto es considerada la madre que nos cuida y provee de cuanto necesitamos para la vida.
TEORÍA Y PRÁCTICA DEL BUEN VIVIR: ORÍGENES, DEBATES CONCEPTUALES Y CONFLICTOS SOCIALES.EL CASO DE ECUADOR . Adriana Rodríguez. Tesis Doctoral