Según la runasofía/jaqisofía, la ética andina no toma al ser humano como ‘medida de todo’ o fin en sí mismo. Su dignidad excepcional radica en el lugar (topos) predilecto dentro de la totalidad de relaciones cósmicas. Como chakana importante, el ser humano tiene una ‘función’ cósmica de conservación y perpetuación mediante la ‘presentación’ ritual y ceremonial. Por lo tanto, no es un fin (telos) en sí mismo, sino una co-finalidad cósmica. El ser humano es ‘parte’ intrínseca del cosmos (pacha); esto justamente le da su dignidad y posición excepcional.
El principio ético andino principal se podría formular de la siguiente manera: “Actúa de tal manera que contribuyas a la conservación y perpetuación del orden cósmico de las relaciones vitales, evitando trastornos del mismo.”
Un Dios absolutamente trascendente, es decir: no-relacionado, es para la filosofía andina un philosophema inexistente e incomprensible. Pero tampoco existen ‘absolutos relativos’ o creados; ninguna esfera del cosmos, ningún ‘ente’ particular existe en y por sí mismo, autárquicamente y de manera autosuficiente. La proposición cartesiana del cogito ergo sum es para la filosofía andina un absurdo; ningún ‘ente’ es arjé o principio de su propio ser. El ‘ser’ más bien es el ‘ser relacionado’; la ‘ontología’ andina siempre es una ‘inter-ontología’.

Hablando de “ecosofía”, uso un vocablo griego (oikos) que tiene su topos en el ámbito económico; para Aristóteles, la ‘economía’ es la ‘ley (nomos) de la casa (oikos)’. Recupero aquí este significado etimológico (‘casa’), sin someterme al dictado ‘eco-nómico’: el universo presentado como ‘casa’ (wasi/uta; oikos), como lo hice Pachacuti Yamqui; y los elementos en él, ordenados según criterios de una sophía o ‘sabiduría’ de relacionalidad. En este sentido, el término “ecosofía” significa la ‘sabiduría andina del cosmos físico como una casa orgánicamente ordenada’. Prefiero este término al que está de moda en Occidente: “ecología”, porque ésta tiene la connotación del logos (y de la ‘ciencia’) moderno. Para el runa/jaqi, la naturaleza no se puede ‘conocer’ lógicamente, sino sólo ‘vivir’ orgánica y simbólicamente.
La pachamama (madre tierra) cumple, en cierto sentido, una función simbólica similar a la coca: ’relaciona’ los tres estratos del universo, a través de su fecundidad. El sol (inti/willka: masculino), mediante la lluvia (para/jallu: femenino), fecunda a la ‘tierra virgen’, y el runa/ jaqi ayuda en este proceso labrándola, o sea: abriéndola para ‘relacionarla’ con las fuerzas de ukhu/manqha pacha. Sintetizando las fuerzas de arriba (hanaq/alaxa) y abajo (uray/manqha), la pachamama es la fuente principal de vida, y, por tanto, de la continuación del proceso cósmico de regeneración y transformación de la relacionalidad fundamental y del orden cósmico (pacha). En este sentido, hasta podríamos traducir pachamama no solamente como ‘madre tierra’, sino como ‘madre cosmos’ o ‘principio cósmico femenino’.
Autor: Dr. Josef Estermann -Filosofía Andina